Es el período que se extiende desde el nacimiento del feto y la expulsión de la placenta y sus membranas, hasta la regresión total de las modificaciones inducidas por el embarazo. Durante este período, que dura unas 6 semanas, los órganos genitales sufren una regresión al estado normal, aunque nunca igual al que existía antes del parto. El puerperio puede ser precoz, que incluye las primeras 24 horas de postparto o tardío, que va desde de 24 horas hasta los 40 días.
La involución de los genitales comienza una vez expulsada la placenta. El útero sufre los cambios más importantes porque pasa de un peso aproximado de 1.000 g, inmediatamente después del parto, a 500 g a la semana, 300 g a los 15 días y 100 g al mes. De una altura de 36 cm, pasa a 12 cm después del parto y al comienzo de la segunda semana desciende hacia la parte de adentro de la pelvis y no se puede palpar por encima del pubis.
El tamaño normal lo alcanza unas 4 a 6 semanas luego del parto, aunque siempre será mayor que el que tenía antes.
El cuello del útero, que se dilató hasta 10 cm, para permitir el paso del feto, queda permeable a dos dedos en los primeros días e involuciona de tal manera que al final de la primera semana permite el paso de solamente un dedo; sin embargo, nunca alcanza su estado preparto porque el orificio externo permanece alargado transversalmente.
La vagina también involuciona y sus rugosidades aparecen en la tercera semana luego del parto; del himen sólo quedan las llamadas “carúnculas himeneales o mirtiformes”.
El tejido que se formó dentro del útero y que era donde estaba adherida la placenta se expulsa constituyendo los llamados “loquios”, que en los primeros 3 días son sanguinolentos, adquieren un aspecto más pálido entre el día 4 y 9 y un aspecto lechoso entre el día 10 y 14.
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